lunes, 30 de enero de 2012

Recordando


Está guapa mi madre, ha desaparecido de su mirada el dolor, lo sustituye la ausencia; su sonrisa me recuerda a la mía cuando era pequeña. No olvidaré la tarde en que nos llamó a mi hermana y a mí para darnos “algunas indicaciones”:
–Lola, no quiero parecer un payaso con la cabeza perdida, no dejes que Teresa o tu padre se ocupen de mi aspecto, cuando necesite ir a la peluquería o comprarme ropa te encargas tú.
Asentí con la cabeza, las palabras se quedaban mudas en mi garganta.
–A ti, Teresa, te agradecería que me contases las novedades, tienes un talento especial para ello, siempre le sacas la parte divertida a las cosas.
–Vuestro padre tampoco se libra, a él le corresponde leerme todo lo que haya olvidado y tengamos guardado en la caja, se empeñó en ir haciendo notas con todo lo que podía interesarme, apenas sé lo que hice ayer, pero si hubo algo importante él lo anotó, le sirve de terapia y lo calma.
Han transcurrido dos años desde ese día, mi madre cumplió ayer cincuenta años y está en la fase media del Alzheimer. Teresa suple su incapacidad para completar frases, la acompaña en su deambular por las habitaciones, contándole todos los chismorreos familiares, y la sostiene cuando pierde el equilibrio. Yo procuro ayudarla a decidir entre las pequeñas cosas que aún controla, le coloco la ropa para el día siguiente en la silla y espanto los fantasmas que la rodean.
Mi padre sigue tomando notas; todas las tardes se sienta a su lado, abre la caja y le cuenta lo que ya ha olvidado.

1 comentario:

  1. Ahí, ahí, a la pelea hay que ir organizados, que el olvido es un enemigo implacable.

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